En un ecosistema tecnológico en constante giro, cinco historias recientes revelan una narrativa común: rendimiento, costos y sostenibilidad deben convivir con la seguridad y el bienestar de las personas. Del hardware que envejece a las alianzas que empujan la IA en la práctica empresarial, pasando por ejemplos de cultura laboral más humana, el sector tech muestra un mapa en el que lo estratégico se parece cada vez más a lo humano.
Apple acaba de clasificar el iPhone SE original (lanzado en 2016) como obsoleto. En el marco de Apple, los iPhone se ordenan en reparables/actualizables, vintage y obsoletos. El SE 2016 entra en la categoría de obsoleto, lo que suele implicar que ya no se reparan con piezas originales y no reciben las últimas actualizaciones. Aun así, algunos modelos obsoletos pueden seguir recibiendo parches de seguridad, y en lugares como España existe una ley que exige al menos 10 años de reparaciones para dispositivos vendidos desde 2022. En la práctica, esto ilustra una realidad: la obsolescencia no es un hecho único, sino una escala de vida útil y soporte que afecta a la experiencia del usuario y a la cadena de valor de los fabricantes.
En el lado corporativo, OpenAI ha unido fuerzas con Thrive Holdings para llevar IA a servicios profesionales. El acuerdo es estratégico y no monetario: OpenAI toma una participación en Thrive a cambio de aportar equipos de investigación y acceso prioritario a sus tecnologías. El foco inicial está en contabilidad y tecnologías de la información, con planes para rediseñar flujos de trabajo y desplegar asistentes basados en IA que reduzcan tiempos de procesamiento y costes, manteniendo la calidad del servicio. Este modelo busca demostrar, con casos reales, el valor de la IA en entornos empresariales y podría servir de referencia para Europa y otros mercados. Thrive opera con más de 10.000 clientes y, a través de la colaboración, se espera que las soluciones se adapten a normativas y particularidades regionales.
En el ámbito de infraestructura y energía, BP ha decidido abandonar los planes de construir un sistema de captura de hidrógeno y carbono en Teesside, abriendo la puerta a un gran centro de datos de IA en el mismo sitio. La propuesta original combinaba una planta de hidrógeno azul y un centro de datos, pero la decisión se tomó ante retos técnicos y regulatorios. Paralelamente, el gobierno ha establecido zonas de crecimiento de IA para acelerar aprobaciones y suministro energético para estos grandes despliegues, con debates sobre el impacto ambiental y hídrico en la región. Este movimiento subraya una transición compleja: la IA exige infraestructuras masivas y un marco regulatorio claro, especialmente en mercados como Europa.
En el plano de la cultura laboral, Linear, una startup estadounidense valorada en aproximadamente 1.25 mil millones de dólares, se ha posicionado en el otro extremo de la balanza: rechaza la cultura de disponibilidad 24/7 y el famoso horario 996, abogando por un ritmo de trabajo sostenible. Liderada por Karri Saarinen, ex Coinbase y ex Airbnb, Linear defiende que ambición y bienestar pueden coexistir, y que ese enfoque a largo plazo puede rendir mejores resultados que el sprint constante. Este ejemplo contrasta con la presión habitual de la industria por maximizar horas y producción, recordando que la salud y la calidad de vida también impulsan la productividad.
En el ámbito de consumo, el mercado de smartphones de Samsung añade otra pieza al rompecabezas: un teléfono de gama media a 268 euros con pantalla Super AMOLED, cámara Sony y Android 16. Este tipo de productos demuestra que, incluso frente a la rapidez de adopción de IA y a los grandes proyectos de centro de datos, sigue existiendo demanda de dispositivos fiables, asequibles y con características de alto rendimiento para el día a día de millones de usuarios.
Estas lecturas cruzadas muestran una industria que se reinventa en varios frentes: cómo gestionar la obsolescencia y el soporte de hardware, cómo desplegar IA en procesos empresariales reales con evidencia de valor, cómo enfrentar decisiones de infraestructuras energéticas y de datos, y cómo equilibrar la ambición tecnológica con la salud y el bienestar de las personas que la hacen posible. En un momento en el que la tecnología cambia a gran velocidad, la clave parece estar en avanzar con propósito, ética y responsabilidad, sin perder de vista lo humano.