En 2025, la tecnología ya no es solo una herramienta: se cuela en nuestras rutinas de estudio, entretenimiento y seguridad, y nos reta a pensar cómo equilibrar eficiencia y aprendizaje profundo. Cinco noticias recientes pintan ese escenario: la IA como aliada para leer, un juego gratuito en Steam inspirado en Funko, mejoras para ver YouTube sin pagar, un político que escribe desde prisión y una brecha de seguridad que recuerda la fragilidad de las cadenas de suministro de datos.

La lectura con IA ya es una realidad para muchos estudiantes. Marcos, 21 años, admite que lee a un ritmo que le resulta ‘muchísimo’ y que, cuando necesita una lectura para clase, recurre a herramientas de IA. Raquel, de 24 años, también comenta que la IA le ahorra tiempo… y que, en ocasiones, siente que podría perderse una historia si la IA se encarga de resumirla. A sus 24 años, ambos ven este cambio como parte natural de una generación que lee cada vez más en dispositivos móviles y con la ayuda de la tecnología.

Sin embargo, varias voces en educación alertan sobre los riesgos. Profesionales como Patricia Sánchez, profesora de Lengua y Literatura, señalan que depender de la IA para leer, resumir o redactar en edades tempranas podría frenar el desarrollo de habilidades como la comprensión y el análisis. Organizaciones como la UNESCO y el Foro Económico Mundial también advierten que delegar tareas como la lectura puede afectar la memoria y el aprendizaje. En ese debate, la lectura sigue viva, pero convive con una IA que puede dar forma a cómo nos acercamos a los textos, a veces sin que el resultado sea igual de profundo.

La evidencia en la sociedad española de 2025 es también alentadora: más del 65% de la población lee en su tiempo libre, y entre los jóvenes de 14 a 24 años ese porcentaje llega al 75,3%. Pero las encuestas revelan una doble preocupación: 68% de las chicas y 61% de los chicos entre 12 y 21 años temen volverse dependientes de la IA para estudiar. En medio de esas cifras, destacan voces como las de líderes tecnológicos que ven la IA como un compañero más que como una amenaza, y reiteran que el valor de la IA depende de que el alumnado desarrolle primero unas bases sólidas.

La conversación sobre el futuro de la lectura también llega a la tecnología educativa y al entorno laboral. Figuras como Sam Altman, Nikesh Arora y Ryan Roslansky han señalado que la IA puede acelerar o cambiar la forma de trabajar, desde resumir documentos hasta valorar la disposición a actualizar habilidades. En paralelo, personas como Javier Bardón, profesor de psicología social, defienden que la experiencia de leer un libro —vivir la historia y sentir la emoción— no puede ser reemplazada por un resumen. En lugar de ver a la IA como reemplazo, muchos coinciden en que puede ser una aliada si se combina con una base lectora y con el esfuerzo personal de los estudiantes.

El otro lado de la moneda llega con la seguridad y la calidad de la alfabetización en un mundo cada vez más dependiente de herramientas externas. OpenAI, que tampoco quiere depender de terceros sin control, reporta una filtración en Mixpanel que expuso datos analíticos de usuarios vinculados a su API. Aunque no se filtraron conversaciones ni credenciales sensibles, la empresa advierte sobre riesgos de phishing y recomienda activar la autenticación multifactor y revisar permisos y accesos. El episodio ha llevado a OpenAI a retirar Mixpanel de producción y a reforzar los controles de seguridad en su ecosistema, recordando que una dependencia tecnológica puede abrir puertas a ataques si no se acompaña de buenas prácticas.

La seguridad de datos y el control de proveedores externos cobran aún más relevancia cuando miramos el ecosistema completo de tecnología. En la vida cotidiana, un usuario puede buscar ver YouTube sin publicidad o en segundo plano sin pagar Premium. Hoy, no hace falta recurrir a apps de terceros: navegadores como Brave ofrecen bloqueo de anuncios, modo Picture-in-Picture y reproducción en segundo plano de forma nativa, lo que abre una vía más segura y sencilla para disfrutar de servicios populares sin desembolsos adicionales. A la vez, estas herramientas invitan a reflexionar sobre la conveniencia y la seguridad de las soluciones, especialmente cuando se quiere evitar riesgos de descargas o instalaciones no verificadas.

Más allá de esas soluciones, el mundo del entretenimiento digital sigue sorprendiendo. Un ejemplo es JustChillyy, un título gratuito de Steam inspirado en la fiebre de los Funko Pop. El juego propone coleccionar figuras digitales, decorar espacios y ganar recompensas sin gastar dinero real. Aunque parte de su contenido utiliza IA generativa, la experiencia demuestra cómo la IA ya está presente en la creación de experiencias de juego y cómo los usuarios buscan, cada vez más, entretenimiento que entrelace lo digital con lo coleccionable, sin barreras económicas para empezar a jugar.

La realidad de 2025 también nos recuerda que la frontera entre lo digital y lo político es fluida. Aperturas y mensajes en plataformas como X —con un perfil conocido como ‘En el nombre de Ábalos’— muestran cómo los actores públicos usan los canales sociales para comunicar su versión de los hechos, incluso desde entornos complejos como la prisión. Estas historias confirman que la tecnología no solo transforma negocios, sino también la forma en que casos de alta visibilidad se gestionan ante la opinión pública, en tiempos de crisis y permanentes debates sobre derechos y justicia.

En conjunto, estas historias dibujan un hiato entre la promesa de la IA y la necesidad de una lectura crítica y una alfabetización emocional ante la tecnología. Se trata de aprovechar la eficiencia y la creatividad que ofrece la IA, pero con una base sólida de habilidades humanas: lectura, análisis, empatía y pensamiento crítico. Y, sobre todo, de entender que la seguridad, la autenticidad y la ética deben guiar la adopción de herramientas que ya no son opcionales, sino parte de nuestra vida diaria en la era digital.

En palabras de la industria, la IA no es un reemplazo de lo humano, sino una alianza que exige educación, regulación responsable y prácticas sólidas de seguridad. Si aprendemos a combinar lo mejor de la tecnología con el razonamiento humano, el año 2025 podría ser recordado no solo por su rapidez, sino por su capacidad de hacernos más eficientes sin perder la curiosidad y la humanidad detrás de cada interacción.

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