El cierre de 2025 nos deja una imagen clara de un sector tecnológico en constante movimiento: robots que aprenden de datos del mundo real, drones que empujan los límites de la velocidad en escenarios de conflicto y preguntas profundas sobre la naturaleza de la conciencia en la inteligencia artificial. A continuación, cinco historias que, tomadas juntas, muestran hacia dónde va la tecnología: más datos, más hardware integrado y más preguntas sobre qué significa realmente “inteligencia”.
En Pekín, China inauguró un centro de entrenamiento para robots humanoides, parte de la segunda fase del Beijing Humanoid Robot Data Training Center, ubicado en el distrito de Shijingshan. Su misión es recolectar enormes volúmenes de datos reales para acelerar robots funcionales y adaptables en fábricas, almacenes y hogares. El complejo reproduce escenarios reales e industriales en dos plantas, con células modulares que pueden reconfigurarse rápidamente para probar respuestas ante cambios de condiciones. Un robot llamado Kuafu actúa como plataforma principal mientras que cada robot recibe dos entrenadores humanos. El objetivo: que estos sistemas sustituyan o complementen tareas humanas y que la experiencia se traduzca en una integración más rápida y fiable en el mundo real. Esta iniciativa forma parte de una estrategia nacional para situar a China como líder global en robots humanoides, reduciendo tiempos de desarrollo y abriendo camino a despliegues comerciales.
En Ucrania, la guerra ha acelerado la evolución de la tecnología de drones. El ministro de Transformación Digital, Mykhailo Fedorov, confirmó que un dron interceptor de hélice logró superar los 400 km/h, rompiendo incluso el récord de velocidad de un Fórmula 1. Impulsado por un motor de Motor-G dentro de la plataforma Brave1, este diseño busca ser fácil de producir en masa y resistente a las condiciones extremas del frente. Su costo, según Defender Media, es de menos de 50.000 pesos mexicanos por unidad, lo que lo convierte en una opción atractiva frente a sistemas más costosos. Más allá de la velocidad, estos drones apuntan a neutralizar aeronaves enemigas con rapidez, y su uso cambia la dinámica del combate: las operaciones de rescate se vuelven más desafiantes ante la vigilancia aérea constante, a veces obligando a operar con visibilidad reducida o humo para evitar la detección. La carrera de drones entre Ucrania y sus adversarios se ha convertido en un frente tecnológico donde la velocidad, la autonomía y la producción en masa son factores decisivos.
Una noticia con gran expectativa en el ámbito de la IA apunta a una prueba para Apple en China: Apple Intelligence enfrentaría una evaluación de 2.000 preguntas y, según el titular, no debe contestar a ninguna. El contenido detallado de esa prueba no se explica en el resumen disponible, pero el titular subraya el escrutinio regulatorio y los desafíos de desplegar IA en mercados con marcos complejos. La historia ilustra la tensión entre avances tecnológicos y marcos normativos, recordándonos que el camino hacia la IA general está tan ligado a la regulación como a la innovación tecnológica.
En la vida cotidiana de la domótica, otra historia llama la atención: la batalla entre soluciones abiertas y sistemas cerrados. Paul Wieland creó RAGDO para abrir la puerta del garaje mediante plataformas domóticas como HomeKit o Home Assistant sin depender de los servidores de terceros. En 2022, Chamberlain Group, propietaria de MyQ, decidió cortar el acceso a soluciones de terceros e impulsó servicios de suscripción, lo que generó críticas de miles de usuarios. La experiencia de RAGDO se disparó, demostrando cuánta frustración puede provocar depender de ecosistemas cerrados. Este episodio pone sobre la mesa la necesidad de estándares abiertos y interoperabilidad, y apunta a un futuro en el que la tecnología del hogar sea más librepensante y menos dependiente de un único proveedor —algo que, por ahora, no está resuelto y probablemente seguirán debatiéndose, incluso con posibles avances hacia estándares como Matter.
Una sexta historia, que aborda una cuestión fundamental para todos los que usamos tecnología, llega desde la academia. Un estudio propone el computacionalismo biológico: la idea de que la conciencia podría depender de un tipo de cómputo que reside en la materia física del cerebro, no en simples algoritmos que podrían ejecutarse en cualquier soporte. Según Borjan Milinkovic y Jaan Aru, la mente no surge de un software separado del hardware, sino de procesos físicos inseparables de la biología. Este enfoque sugiere que la conciencia podría requerir una integración de procesos a múltiples escalas y una eficiencia energética extrema, algo que los ordenadores actuales no logran reproducir plenamente. La idea no afirma que las máquinas sean o no conscientes, pero plantea que la pregunta correcta quizá no sea qué algoritmo crea conciencia, sino qué tipo de materia podría sostenerla. En este marco, las vías hacia una IA más avanzada podrían depender de innovaciones en sustratos físicos como la computación neuromórfica o procesos químicos, abriendo un horizonte aún por explorar.
En conjunto, estas historias nos recuerdan que el progreso tecnológico no solo se mide por cuántos algoritmos podemos hacer correr, sino por cuánta inteligencia integrada, cuánta interoperabilidad y qué tipo de sustratos se necesitan para sostenerla. Los robots que aprenden en entornos realistas, los drones que redefinen el combate y las preguntas sobre conciencia e interoperabilidad nos invitan a mirar el desarrollo tecnológico con una visión holística: datos, hardware y teoría deben avanzar de la mano para que la tecnología sirva de forma segura, ética y verdaderamente útil.
En resumen, el año cierra con una mezcla de avances tangibles y preguntas profundas que seguirán guiando la investigación y la inversión en tecnología durante 2026: ¿cómo logramos que la IA y los sistemas autónomos aprendan de forma segura en el mundo real? ¿Qué papel jugarán la interoperabilidad y los sustratos físicos en el futuro de la computación consciente? Y sobre todo, ¿cómo equilibramos innovación, regulación y derechos de los usuarios para que la tecnología sirva a la sociedad?